02 septiembre 2006

Las Vegas revival I



Siempre me gustó que llegara septiembre. Que se esfumara agosto, donde el tiempo parecía detenerse hasta hundirse en la nada y las ciudades quedaban arrasadas por algún arma letal que no dejaba cadáveres.

Aquel septiembre me gustó mucho más.

Nos perdimos la vuelta al cole y los primeros fascículos de los coleccionables más absurdos. Olvidamos el cansancio del viaje contemplando mares de tiempos remotos, ahora secos, yermos, mares de fondos almohadillados rojo Marte. Desiertos de un mundo fantástico que creí soñar mientras dormitaba, tendida en la fila de asientos de aquel avión. Abrí los ojos para ver cómo irrumpían las montañas de cartón piedra, tan irreales al atardecer, inmarsibles, afiladas como lascas de sílex. Y al rebasarlas… el milagro. La vida en mitad de la nada.

Bienvenidas con olor a canela y música de tragaperras. En la sala de equipajes un encuentro inesperado. Los novios. Los novios y el único invitado (masculino singular). Esperamos. Hay que entrar en la ciudad de noche. Queremos grabar la primera impresión en nuestras retinas de papel baritado. El escándalo latino se adereza con el flash de alguna cámara. De todas las cámaras. Ha llegado Paco Martínez Soria. Tiembla Las Vegas ante la idea.

Por fin, la noche. Nos teletransportamos a la orgía de neón. La electricidad nos recibe con su baile lujurioso. Y todo esto quién lo paga. Pues nosotros. Y el resto de los turistas a los que el hotel va a cobrar un "suplemento de energía". Pero todavía no lo sabemos. Y el suplemento de energía nos lo tomamos en los desayunos pantagruélicos de Denny's.