05 agosto 2007

Sopa de matrioshka (cuento de verano)


La primera lleva un helado en su mano derecha y baila a contrapie el lago de los cisnes, en el lago de los cisnes. Está en la orilla junto a las otras. Todas dando el mismo paso. Con una mano dibujan un arco sobre sus cabezas. Es la escena representada en su delantal. Le divierte la ocurrencia y se ríe, se ríe con su risa contagiosa de lo que dice la segunda matrioshka. Y es que dice que mañana no sale, que no sigue más a la tercera matrioshka, la de la agenda cultural asesina y las piernas de avestruz. Que se queda en casa preparando tortilla de patata para todas. Que sí, que va a la Abovska y compra huevos y patatas, y no se mueve de casa. Y es que va coja, que llevan ya dos días corriendo por las calles de Moscú y hoy, además, ha metido un pie en una trampa para turistas. Otra ciudad que mata, y de la que sólo se puede ir al cielo.

La segunda matrioshka sujeta la cámara con optimismo, pero el estrés le resta inspiración y sólo le queda reír (por no llorar), de los caballos-espinete de rodillas inflamadas, de los cinco minutos que dice la tercera que nos separan del teatro, de los bares georgianos y sus esquinas utópicas. En su barriga vuela una tortilla girando a cámara lenta bajo la atenta mirada de las otras. Se ilumina la tortilla con destellos de neón. Vienen del vientre de la tercera matrioshka, donde un anuncio azul y rosa reza: está en la esquina, a cinco minutos. El resto lo lee y ya no sabe si creerlo. La tercera matrioshka echa a andar y le sobra la foto phillips. Tres esquinas y quince minutos más tarde empiezan a creer que Einstein formuló aquí su ley de la relatividad. Es la que lleva en su mano, cómo no, la agenda cultural asesina. En la otra, el champán inaugural, los bombones de pétreo corazón y las buenas intenciones.

La cuarta matrioshka corre descalza, pero tampoco llega a tiempo de superar las doce pruebas y se contenta con las escenas de ballet que transitan por su vestido, fundiéndose unas con otras, mezclándose copos de nieve y brujos, cascanueces y príncipes. Atraviesa el escenario un marshrut y ella se sienta en mal sitio. Le toca pasar la recaudación y decir cuántos van. Hubiera preferido un cable pelado. Mira muy atenta a la quinta matrioshka y descubre la causa de su mal. Ha visto la lentilla que no vieron en urgencias, la que lleva días pululando por su ojo. Ya sonríe la quinta matrioshka, mientras dice "chitire", tocada con su badana, con sus uñas de nueve pulgadas, verdes y afiladas, con los extremos brillantes de purpurina plata. Ahora sí que le va el duende. Su dibujo es de cebollas azules con estrellas doradas, como la cerveza Baltika, nunca tan fría como a ella le gusta.

La sexta lleva un cuenco de solianka entre las manos. Es la favorita de los caballeros, que le espantan los borrachos con susurros misteriosos. Lleva el metro en su estampado, luce lámparas de araña, mármoles tallados, mosaicos conmemorativos, andenes centrales en los que todas se encuentran y separan. De noche echa las cartas a las otras, interpreta, suma, resta y contrarresta para dar su veredicto. Las cartas no mienten, dice. Madruga el amanecer en la séptima matrioshka. Lleva (o trae?) unas partituras bajo el brazo y en el mandil un anuncio retro de vodka Patrás. Sujeta la botella una actriz, tal vez fugada de un Renoir. La lleva bajo el brazo, como el niño de freixenet. Pasa bajo el balcón donde Keith Richards toma el fresco y se deja picar por los mosquitos gigantes.

No podría decirse, a pesar del orden aquí dado, cuál de las matrioshkas contiene a las demás, pues varían de tamaño constantemente, conteniéndose las unas a las otras aleatoriamente, llevando, siempre, cada una al resto.



6 comentarios:

Garra Fauces dijo...

Querida, ¡qué bonito!, qué alegría y orgullo de ser matrioshka contenida y contenedora.

Anónimo dijo...

Peeeeeeeero, eso es imposible si contienes a quien te contiene eso se llama Ying y Yang y no matrioshka...

Gilda dijo...

Es que son matrioshkas mágicas influenciadas por la cultura oriental que todo lo impregna últimamente. Qué poca imaginación...

Anónimo dijo...

ya, pero no

Anónimo dijo...

ya, pero tú si que no

Anónimo dijo...

Y además hay alguien que sabe lo vuestro